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ámsterdam del alma

y qué cuando miras y no encuentras?


Me robaron las alforjas.
Es casi tan doloroso como que te roben la bici misma.
El amsterdamés sabe olvidar. Uno fuerza a duras penas una sonrisa mental que le permita subir las comisuras de los labios. Ello relaja y atonta. Te permite sobrellevar esta existencia entre rateros que es el pan de cada día.
Ya ni me acuerdo: gracias san Andrés, inspirador de nuestras tres equis, el valor, la resolución y la compasión.

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