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ámsterdam del alma

grave excitación

He de decir que los silleros que portaron el ataúd del papa me han llamado la atención poderosísimamente. Vestidos de frak en ese azul tirando a lila. Doce. De cualquier edad. Y laicos (entre tanto hábito); como caballos sin silla.
Y antes de adentrarse en las dependencias vaticanas de interior hacen un alto, en los umbrales de lo que conduce al panteón, inclinando la caja, para mostrarla unos segundos a la plaza; a su aforo; al mundo. Esos transportadores entre mundos nos permiten, durante instantes elegidos a su antojo, comprimir en nuestras retinas la física final de ese hombre, celebre. Ellos lo separan de nosotros. Ellos lo despiden por él mismo. Con poderío. Marcando. Son peones de la muerte. Ajenos a otro gremio que al suyo. Ajenos al mundo en que se encuentran, dominado por color de iglesia.

3 comentarios

pepa -

es que al parecer esa caja que vimos llevaba otra dentro de plomo

sulaco -

¿No te dió la impresión que para ser tantos portadores, el Papa pesaba mucho? Los últimos días se le veía flaco y consumido, pero estos tíos parecía que estaban cargando una caja de hormigón.

JDaniel -

Me pregunté si los que llegaron eran los mismos que salieron, porque los tramos fueron largos, había mucha escalera, y algunos andaban en los 60. Un trabajo de mucha responsabilidad, al margen de la investidura del difunto.