Blogia
ámsterdam del alma

mis sufrimientos


Se fue la vecina de arriba al Algarve y dejó esto. Me dijo que podía usarlas. Los germánicos pues usan ‘usar' por ‘comer'. Sabiendo esto, mayor fue el pavor. Miré a los bichos con un movimiento rápido de cuello, mientras la bípeda aclara: una es menta y la otra romero.
La marica del romero.
Me quedé unos instantes sin habla, pues además no sé cuidar plantas. Las mato. Llevo dos días con estas preciosidades y ya se le han puesto amarillas unas cuantas hojuelas a la menta, si te fijas. Y eso que las cuido con atención. Les doy agua cuando se puso ya el sol (porque aprendí que mientras están con lo de la función clorofílica les viene fatal), e intento no tocarlas. Me tiene tensa y sudo de pensar que puedo electrocutarlas: una vez me acerqué en un restaurante a conocer a un infante en un cochecito, hijito de unos conocidos, y de mi cuerpo brotaron llamas. Vete tú a saber si ayudó un enchufe cercano. Pero la madre sacó del cochecito a su criaturita y la abrazó fuertemente contra sus pechos llenos de leche, mirándome despavorida. Normal. Pero y otras plantas antes también acabaron sus días junto a mí. Algunas lozanísimas y fuertes. No lo puedo creer: yo, con lo dulce que parezco ser. Claro que qué será ser dulce para una planta...

Si eso le digo que me las comí a las dos. »

2 comentarios

Andres -

Hola, el romero colócalo entre sombras o debajo de otra mata para que se fortalezca y tenga más humedad.

khandika -

He oído y no fue en la novela de "Neuromancer" que las plantas sienten las vibraciones de las personas. Primero se fue quien las cuidaba y ahora tu las tienes a "regañadientes". ¿sera eso?
un saludo...cada vez que vengo por aqui se me hace la boca agua pensando en una de esas cervezas de esa zona.