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ámsterdam del alma

tráfico post mortem

Hooligans escriben comentario violento y amenazante en esta bitácora atribuyéndome complicidad en asesinato de Van Gogh.

Dejan cabeza de cerdo frente a mezquita amsterdamesa.

Alcalde de Ámsterdam pasea días antes del asesinato por la esquina de mi casa, empujando silla de ruedas donde va sentada una vieja. Pronostico que no volverá a hacerlo en muuucho tiempo: en la carta que el marroquí clava sobre la barriga del cineasta nuestro alcalde aparece mencionado como próxima víctima.

Ayer por la noche suenan disparos (como 4) no muy lejos. A la altura tal vez de la Stopera, o de de Waag. Antes de ello sobrevuela un helicóptero insistentemente la zona. Ningún periódico dice algo.

Foros y listas de correo intercambian crispados mensajes.

La calle está llena de polis. Con la excusa de la bombilla de la bici, o de tramos peatonales, a los ciclistas los paran. Cerca de las mezquitas a ser posible.

Esta tarde compro una revista. En la librería, cuando la señora se estira para alcanzar el último ejemplar que queda, un señor con pinta de soplón se interesa por qué tipo de revista es aquella. Un hombre de incipiente barba.

A cualquier hora hay un canal de televisión que ofrece un debate entre moros y rubios.

Los moros van en grupo. “Hey, alóctono, ven pacá”, le dice un coleguilla a otro para entregarle algo que se le olvidaba.

Un amigo (latino) no se atreve a salir a la calle.

Aboulatef, concejal de integración, moro de nacimiento, no volverá tampoco a tomar el tranvía en la parada cercana a mi casa. También está amenazado de muerte.

Una señora en la panadería dice que este asesinato tiene en definitiva su origen en la guerra de Irak.

Queman una mezquita en Utrecht. Los medios no lo comunican sino hasta 24 horas después.

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