los conversos
Mucho español se da su vuelta periódica por aquí, a fumar desbraquetaos, principalmente. Ideal encuentran contar con un ejemplar de aborigen como amigo; como anfitrión que los reciba'. Muchas veces esta relación tiene sus inicios en España misma, donde el holandés correspondiente vive o ha vivido con variable periodicidad a lo largo del año. Generalmente ha viajado al paraíso sureño a estudiar nuestra lengua, nuestras playas o nuestro mercado, más o menos ilegal. A la vuelta se ha venido cargado de nombres y teléfonos y direcciones. Los españoles, a su vez, atesorarán los datos de estos ejemplares autóctonos, generosos como la tierra que los vio nacer lo es en puestos de hierbas olorosas.
Así, lectores, un amsterdamés que goza de especial aprecio entre los españoles que arriba introduzco ha sido T., que tradicionalmente se ha centrado en el contacto y mantenimiento de relaciones con individuos distribuidos en torno a los Picos de Europa, a la universidad de Oviedo y a los chiringos de Gijón, principalmente, extendiéndose su radio de acción en realidad a toda la cadena de pueblos y villas que pueblan la costa asturiana. Los reporteros y escritorcillos son su especialidad. Desgraciadamente, T. se ha mudado: ya no vive en Ámsterdam, por lo que los astures se han visto, de la noche a la mañana, privados del valioso centro de recibo que era su casa, donde han encontrado, siempre que han venido buscándolo, información sobre historia y costumbres neerlandesas, guía psicológica, cariño y bed-and-breakfast.
T. es un personaje que despide exótica solera vivencial. Ha presenciado y participado activamente en los setenta, y sobrevivido hasta hoy con dignidad: es un monumento humano, embajador de lo mejor de este país; un liberal como la copa de un pino. En extinción. Algo que pocos saben, y que nos lleva a consideraciones más profundas, es que existe gracias a que la joven que luego lo daría a luz evitó, por medio de oportuno salvoconducto, la deportación de su padre al vecino país. Viva la madre que lo parió.
Otro nudo es P., encargado de la zona de La Mancha. Especialmente conocido es en Ciudad Real. Su debilidad son los macarras. Su casa en Ámsterdam por tiempos se convierte en museo de artistas hispanos -por lo que transporta por carretera piezas de incalculable valor-, por tiempo en local para fiestas rumbero-tranzonas, donde se reúne el personal hostelero de habla hispana de la provincia Noord Holland. Y siempre, al igual que su congénere, será hotel.
Su generosidad es de sobra conocida más allá de muchas fronteras, siendo a mi parecer este impulso de su alma explicable tal vez en el hecho de que en la localidad donde él nació siempre se han sabido conectados de modo misterioso con otra civilización, desconocida. La plaza más céntrica exhibe con orgullo la inmensa piedra de unos 6 metros de gorda que desde inmemoriales épocas allí ha estado, y cuyo origen ningún científico ha sabido trazar.
A estos dos nodos nortinos -meros botones de muestra- los caracteriza su fuerte y segura personalidad, que imprime en el ánimo del carpetobetónico un afán de desplegar sus ocultas capacidades. A su vez, son estas capacidades desplegadas del católico lo que trae de cabeza a nuestros congéneres rubiales.
Sin detrimento de lo dicho, el rasgo que más los destaca es el uso del aceite de oliva, y los productos derivados del cerdo que abarrotan sus despensas.
Así, lectores, un amsterdamés que goza de especial aprecio entre los españoles que arriba introduzco ha sido T., que tradicionalmente se ha centrado en el contacto y mantenimiento de relaciones con individuos distribuidos en torno a los Picos de Europa, a la universidad de Oviedo y a los chiringos de Gijón, principalmente, extendiéndose su radio de acción en realidad a toda la cadena de pueblos y villas que pueblan la costa asturiana. Los reporteros y escritorcillos son su especialidad. Desgraciadamente, T. se ha mudado: ya no vive en Ámsterdam, por lo que los astures se han visto, de la noche a la mañana, privados del valioso centro de recibo que era su casa, donde han encontrado, siempre que han venido buscándolo, información sobre historia y costumbres neerlandesas, guía psicológica, cariño y bed-and-breakfast.
T. es un personaje que despide exótica solera vivencial. Ha presenciado y participado activamente en los setenta, y sobrevivido hasta hoy con dignidad: es un monumento humano, embajador de lo mejor de este país; un liberal como la copa de un pino. En extinción. Algo que pocos saben, y que nos lleva a consideraciones más profundas, es que existe gracias a que la joven que luego lo daría a luz evitó, por medio de oportuno salvoconducto, la deportación de su padre al vecino país. Viva la madre que lo parió.
Otro nudo es P., encargado de la zona de La Mancha. Especialmente conocido es en Ciudad Real. Su debilidad son los macarras. Su casa en Ámsterdam por tiempos se convierte en museo de artistas hispanos -por lo que transporta por carretera piezas de incalculable valor-, por tiempo en local para fiestas rumbero-tranzonas, donde se reúne el personal hostelero de habla hispana de la provincia Noord Holland. Y siempre, al igual que su congénere, será hotel.
Su generosidad es de sobra conocida más allá de muchas fronteras, siendo a mi parecer este impulso de su alma explicable tal vez en el hecho de que en la localidad donde él nació siempre se han sabido conectados de modo misterioso con otra civilización, desconocida. La plaza más céntrica exhibe con orgullo la inmensa piedra de unos 6 metros de gorda que desde inmemoriales épocas allí ha estado, y cuyo origen ningún científico ha sabido trazar.
A estos dos nodos nortinos -meros botones de muestra- los caracteriza su fuerte y segura personalidad, que imprime en el ánimo del carpetobetónico un afán de desplegar sus ocultas capacidades. A su vez, son estas capacidades desplegadas del católico lo que trae de cabeza a nuestros congéneres rubiales.
Sin detrimento de lo dicho, el rasgo que más los destaca es el uso del aceite de oliva, y los productos derivados del cerdo que abarrotan sus despensas.
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