Blogia
ámsterdam del alma

hay que ver

Ahora son los coffieshops, pero antes Ámsterdam atraía turistas de manos del trabajo de Frederik Ruysch (1638-1731), loco por los pedazos de humano, que metía en botes y conservaba frescos, como resucitados. Hasta el día de hoy. La fórmula, más secreta que la de la cocacola. Sólo sabemos que uno de los ingredientes es cera de abejas.
Exponía estos pedazos de seres en su casa de Bloemgracht, hasta que se los vendió a Pedro el Grande.
Morboso sí era: una de sus trabajos es un feto de dos meses en la mano de otro niño recién nacido.
Si te interesa, en la biblioteca universitaria tienen algo.

0 comentarios